Aquí el artículo de la Revista Ñ del Diario Clarín del 22/09/11
Con una enorme obra al crochet, abre hoy el Faena Arts Center
El público puede caminar por un tejido que ocupa varios cientos de metros.
POR Mercedes Pérez Bergliaffa -
El famoso artista brasileño Ernesto Neto fue el elegido por la curadora Jessica Morgan para inaugurar los espacios del Faena Arts Center, que inaugura hoy para invitados y desde el viernes estará abierto al público. Conocido a nivel mundial por sus sensuales instalaciones con telas flexibles –similares a la lycra–, en las que uno puede ingresar y experimentar sensaciones, esta vez Neto cambió: para el Faena hizo una obra de grandes dimensiones pero tejida al crochet.
Hiper Cultura Locura en el Vértigo del Mundo , se llama el trabajo que el brasileño presenta en Buenos Aires. Y la verdad, es raro ver dentro de un espacio como las salas de Los Molinos –piso de mármol, blanco impoluto y aroma a rosas–, la gran instalación de Neto, hecha de un material sencillo, rústico y hasta pobre.
Clarín se reunió con él junto a su instalación. Mientras habla, Neto exhala un espíritu alegre, bien carioca. Le sale la vitalidad por los poros; y por las obras.
¿Cómo comenzó a hacer instalaciones grandes, tejidas a crochet? Alguien me pidió, hace años, un escaneo de los tules con los que yo trabajaba. Escaneé y comencé a ampliar y a ampliar y a ampliar. Cuando llegué a una escala muy grande, vi que la textura de los tules era igual a la del crochet. Entonces dije: “¡Que increíble! ¡Al final, el crochet industrial es igual al crochet humano!” Así comencé a trabajar con crochet en escalas grandes, con muchas personas tejiendo a la vez. Y ahora estoy muy metido con esto. ¡Ni loco volvería a hacer una escultura con nylon!” ¿Qué intentó hacer con “Hiper Cultura Locura…”? Acá está lo que trabajo desde siempre: la idea del colchón, las telas, las paredes, la suspensión… Aunque creo que, al estar hecha con crochet, la obra tiene una poética diferente, relacionada con lo temporal, ya que cada fragmento necesita de mucho tiempo de elaboración individual –la instalación son muchísimas piezas de crochet unidas, que forman una superficie de varios centenares de metros cuadrados–. A la vez, cada punto del crochet habla, se mezcla con la vida personal, con las alegrías y tristezas.
El espacio de Los Molinos tiene una escala difícil, es muy alto. Preparar una obra que se adapte a él no debe de haber sido tan fácil.
Es verdad, acá la altura es generosa. Por eso me encantó la idea de subir y atravesar este espacio, por medio y por dentro de la obra. Primero quise hacer una pasarela más civilizada, con escalinatas de madera, con dorado… Pero luego, cuando intenté juntar la madera con el crochet, vi que la cosa no marchaba. Hasta que me dije: “Pero Ernesto, éste es tu trabajo, ¿por qué querrías convertirlo en otra cosa…?” Entonces decidí hacer esta obra, que es totalmente orgánica: un cuerpo, un organismo, una madre, un padre, una vida, una selva.
Pero dentro de esta instalación se camina con dificultad Sí. Lo que fuimos descubriendo a medida que trabajábamos en ella, es que tiene un camino, un recorrido que seguir; pero que lo bueno de ese recorrido es parar de vez en cuando y dejarse caer, dejarse mecer por el tejido a crochet. Eso es muy confortable.
¿Qué sensación espera que tenga el público, al atravesar su obra? Es como lanzar los dados y ver qué pasa. La primera vez que subí, me dio miedo. Porque en la instalación estás suspendido, allí todo es balanceo.
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